Abril/24/2021
Madre mía que obra más intensa, penetrante, poderosa, altamente profunda, una historia de recuerdos, vivencias, nostalgias, impresiones, sentimientos, afectos, huellas de niñez, de preadolescencia de los años 1970 en España, sobre todo del aquel 1975 en el que comienza esta novela.
El pequeño David de siete años uno de los grandes protagonistas de esta gran novela, conocerá a la otra gran protagonista, Emérita una sabia mujer, una de las personas más influyentes de su existencia, a decir verdad para ser precisos, toda la familia tendrá la suerte de descubrir este regalo de la vida en forma de persona, Emérita posee una característica es sorda, pero leyendo las palabras lo escucha todo, cuando la hablan y no entiende lo que la dicen los labios de las personas les ofrece una libreta con un lápiz para que se lo escriban.
Esta pareja Mercedes y Natalio viajan una vez más al nuevo destino de Mercedes, es profesora debido a ello cada dos por tres la designan un nuevo colegio y siempre en pueblos cercanos a Madrid, en esos viajes les acompañan sus tres hijos David, el pequeño, Vero e Isa, que son un poquito más mayores, los peques están acostumbrados a cambiarse de casa, familiarizados con los hábitos que conlleva cambiarse de lugar de residencia, Natalio se ira entre semana a trabajar a Madrid, regresando los fines de semana.
Por cierto me olvide de mencionar a Fliqui, es otro miembro importarte de la familia.
No daré muchos más datos de esta historia, pero si diré todo lo que trata de revelarnos, todas las sentimientos, evocaciones, recuerdos que Pedro Simón trata de manifestarnos, todo lo que pretende hacernos sentir.
Una lectura totalmente atrapante, absorbente, cautivadora, no pude para de devorar estas páginas, relatadas magistralmente con una prosa intensamente bella, en ocasiones totalmente poética, convirtiendo esta lectura en un verdadero deleite, un obsequio lleno de nostalgia que me inundo el alma.
No suelo guiarme mucho por los premios que recibe una novela, por cierto obtuvo “El Premio Primavera 2021”, pero al oírle al autor esta mañana por la radio me llamo potencialmente el interés su forma de hablar sobre lo que había escrito.
Con este libro reí, recordé, volví a la niñez, me emocione hasta tal punto que tuve que parar de leer un par de veces, porque mi lágrimas me impedían ver, no era llorar de pena, era llorar por sentir, era llorar por las sentimientos que describe.
La devoción que nacerá entre David y Emérita, será entrañable, conmovedora, vibrante, honda, la ternura se podrá sentir en inagotables ocasiones de esta lectura, es imposible no querer formar parte de este entrañable amistad, rebosante de amor, que talmente se asimila al de una madre y un hijo.
No puedo contar nada más, la sinopsis de este libro ya dice mucho, detallar más fracturaría esta gran lectura, ojalá os animáis a leer este libro, para que apreciéis los amplios tesoros que posee entre sus páginas, creo que mi reseña se quedó muy pequeña para lo excelso que se narra en él.
Conclusión no nos olvidemos jamás de las personas que no dieron tanto en alguna etapa de nuestra vida, esos que derrocharon amor, cariño, compresión hacia nosotros, sin ánimo de lucro, sin más interés que el de querernos, no os canséis nunca de darles las gracias, de demostrarles vuestro cariño, no tardéis mucho, no se os vaya hacer tarde y no lleguéis a tiempo para hacerlo.
Una novela que comienza en viaje de ida en coche con música que sonará a través de una TDK y acabara con música en un viaje en coche de vuelta al pasado a través de una Playlist, pero sin duda la gran banda sonora protagonista serán la retrasmisiones de futbol por radio y en particular las retrasmisiones de los partidos del Atlético de Madrid.
Una lectura con sabor a nostalgia, con olor a colonia de bebe, con esencia de vainilla y jabón, rebosante de huellas de cariño y agradecimientos.
Posdata: Pero nunca olvidéis que la historia que cuenta un libro no siempre es igual.
Extractos del libro:
Hubo muchas cosas que cambiarían para siempre y otras que se fueron para no regresar jamás.
Mis padres me explicaban que en eso consistía precisamente hacerse mayor: en dejar de hacer cosas que antes podías hacer y ahora ya no.
Si hacerse mayor era dejar de explorar un mundo sin límites, si era dejar de escarbar la tierra o dejar de subirse a los árboles para tener los pies en el suelo, si era cambiar de miedos en vez de tratar de vivir con ellos; si suponía todo eso, digo, entonces yo no quería ser mayor.
Veníamos del silencio.
Íbamos hacia el ruido más absoluto.
Éramos ese viaje de sordos.
Nosotros.
Desmemoriados.
Olvidadizos.
Amnésicos.
Desagradecidos.
Los que nunca te dijimos siempre.
Los que siempre te dijimos nunca.